Memoria
El proyecto trata de rehabilitar y transformar una vieja vivienda de los años 80 situada en una urbanización a las afueras de Madrid.
Rodeada de un entorno de gran valor medioambiental, en una zona de protección de aves y lugar de importancia de encinares, el contexto urbanístico no aportaba grandes referentes a tener en cuenta.
Parecía por tanto clara la estrategia a seguir. La misión a la que nos invitaban nuestros clientes, una pareja dedicada al mundo de las antigüedades y el arte, era ver satisfechos sus anhelos y deseos durante toda una vida, disfrutar de un remanso de paz donde estar en contacto directo con la naturaleza.
La parcela era el cultivo perfecto para satisfacer sus deseos. Encinas, pinos, arbustos de porte bajo y rocallas naturales generaban el entorno adecuado para ver, para estar y para disfrutar.
Lo primero fue pensar en el espacio como una proyección del exterior. La distribución inicial excesivamente compartimentada debía ser sustituida por espacios generosos, conectados de manera fluida y ligados inevitablemente al exterior.
La frontera entre naturaleza y habitar debía estar conscientemente difuminada.
Accedemos a la vivienda a través de una pequeña marquesina de acero situada a norte, protegiendo la puerta principal.
Un vestíbulo que contiene el armario gabanero de entrada nos conduce a las zonas de servicio, dormitorio de invitados y aseo de cortesía, para posteriormente, abrirse al gran espacio central.
La zona estancial, con orientaciones sur y oeste, comprende las necesidades fundamentales de los dueños. Un lugar abierto, conectado entre sí y enlazado al exterior. Se unifican las funciones de pequeño despacho, zona de estar y cocina-comedor. Las fronteras entre interior y exterior se diluyen, sin distinguirse dónde comienzan los límites de un espacio y otro.
La naturaleza es parte intrínseca del diseño. La madera empleada en la cubierta y en los recercados de ventanas ayudan a potenciar esa conexión. La vegetación se incorpora al interior con los reflejos de las ventanas y el follaje de encinas y pinos.
Jugamos con las diferentes visiones del exterior. Desde el acceso directo a la plataforma posterior de piscina dejando ver los troncos de los árboles, a la ventana superior, conformando el volumen de la cubierta e introduciendo las copas de los árboles al interior.
Desde la zona estancial podemos acceder al dormitorio principal y a un estar-despacho de dimensiones más generosas que el integrado en el salón.
Este espacio multifuncional, que hará las veces de rincón de lectura, de estudio o simplemente de espacio de relajación está limitado por un gran ventanal en esquina que permite abrirse por completo al exterior. Una abertura en el techo y una ventana que enmarca el paisaje terminan por inundar de luz el espacio, un lugar único en un entorno único.
Un panel oculto nos permite llegar al dormitorio principal, con su vestidor y su baño incorporado.
Desde el mismo podremos acceder a una terraza protegida a sur, de tal forma que se pueda disfrutar de un espacio exterior privado. Los huecos de ventanas aparecen como elementos verticales rasgados y abocinados, de tal forma que permiten ver sin ser vistos. Este gesto será una tónica repetida en muchos de los espacios más privativos.
El conjunto lo remata el porche exterior y la piscina, generada a través de plataformas que permiten disfrutarla de diferentes formas. De nuevo, la casa se abre al exterior y viceversa. Vivimos fuera, desde dentro.
Una pieza que ha sido esculpida para generar espacios amplios y conectados, generando visiones y perspectivas cruzadas que provocan en el lugar la sensación de no reconocer entre exterior e interior.
Ver sin ser visto.
Disfrutar estando protegido.